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Sentirse cómodo y feliz en el trabajo pasa, habitualmente, por la manera en la que se establecen las relaciones entre compañeros. Integrarse y formar parte de un equipo en el que encajen todas las piezas será de gran ayuda para llegar al éxito personal y colectivo. 

Si las personas están impulsadas en positivo por el buen ambiente y un reparto inteligente de las labores, se terminará por elaborar tareas de la forma más completa y eficaz.

Conocer y comprender los diferentes roles que habitualmente se crean en los equipos debe ser el primer paso para poder integrarse en ellos. Una vez identificadas las características de este entorno, cada uno se podrá ubicar de la mejor manera dentro de la dinámica grupal. Este análisis incrementará la confianza, el autoconocimiento y la comprensión mutua. 

Los Roles de Belbein

El famoso psicólogo Meredith Belbein estableció en los años 80 una serie de “Roles de Equipo” que permiten medir el comportamiento en el trabajo, dividiéndolos, a través de fortalezas y debilidades, en nueve tipos. ¡Descubre si estás entre ellos!

  • El cerebro: se caracteriza por ser una persona con imaginación, capaz de resolver problemas difíciles y ser creativo. Suele tener problemas para comunicarse eficazmente.
  • El investigador de recursos: miembro que tiende a ser extrovertido y a establecer una buena comunicación. Es entusiasta y dispone de valiosas habilidades sociales. Su debilidad suele estar en su excesivo optimismo y su pérdida progresiva de interés cuando se termina la fase inicial de los proyectos.
  • El coordinador: alguien con gran madurez y seguridad en si mismo. Toma buenas decisiones, y delega y coordina con eficacia las tareas. Puede generar desconfianza en el resto del grupo por su tendencia a mandar y a descargarse trabajo.
  • El impulsor: el elemento dinámico y valiente del grupo. Dispone de iniciativa y es capaz de trabajar bajo presión y con problemas. Es propenso a ser muy directo y poco empático en su relación con los demás.
  • El monitor evaluador: se define por su seriedad y su visión compensada y estratégica de los asuntos.  A veces, puede carecer de iniciativa y liderazgo.
  • El cohesionador: el pegamento del grupo; se distingue por su buen humor, su cooperación y diplomacia.  Le cuesta tomar decisiones en situaciones críticas.
  • El implementador: no hay nadie mejor que él para ejecutar lo planeado. Es eficiente y disciplinado en su trabajo. En ocasiones, puede resultar poco flexible a los cambios o las novedades.
  • El finalizador: suele ser aquel que dedica mucho esfuerzo a que el trabajo quede impecable, sin errores ni omisiones. No falla en los plazos de entrega. Puede tener problemas por su tendencia a preocuparse en demasía o su poca tendencia a delegar.
  • El especialista:  su contribución al equipo es detallada y específica. Si se dedica por completo a una tarea, nadie la conocerá mejor que él. Su punto débil residirá en la reducción drástica de su actividad si se trata de alguna tarea que no domina.

Los modelos de Belbin no solo permiten una clara identificación del perfil de cada miembro del equipo, sino que también dan varias pistas sobre qué tipo de actitudes y capacidades son valoradas por los trabajadores y las organizaciones para adaptarse por completo a un equipo de trabajo.

Las conductas más valoradas

Como se ve, por ejemplo, en las fortalezas del investigador de recursos y el cohesionador, una buena comunicación es un factor fundamental a la hora de integrarse en un grupo. Escuchar y dialogar es básico para que el trabajo se pueda hacer y repartir de la mejor manera. Los compañeros valorarán más a las personas que dedican tiempo a observar, interpretar y hablar con el resto del grupo. 

La crítica y el intercambio de impresiones, como apunta el ejecutivo John Maeda en su artículo Critique me, please, deben de ser percibidos como elementos positivos y enriquecedores para mejorar el funcionamiento de todos los integrantes, especialmente en lo que respecta a los recién llegados.

Todo funcionamiento interno debe estar, por tanto, basado en el respeto, hacia uno mismo y hacia los demás. Si el compañerismo y la consideración por el otro están presentes, las diferencias entre los distintos roles serán percibidas en clave positiva, como auténticas oportunidades para alcanzar mejor los objetivos.

La actitud que puede poner el broche de oro al trabajo en equipo es el estímulo continuo para ser más creativos. Tener tiempo y disposición para abrirse a nuevas ideas​ pondrá en valor las verdaderas habilidades de las personas. Si se focaliza correctamente, será el ingrediente diferenciador para trabajar y adaptarse a cualquier puesto.

Y tú, ¿cómo encajas en tu equipo?