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Este principio se basa en el esfuerzo, tesón y constancia como la clave para alcanzar las metas. ¿Quieres saber cómo aplicarlo a las tuyas?

Corría el año 1922 cuando el imperio británico alcanzó su máximo esplendor.  Con presencia en Europa, África, América, Asia y Oceanía, sus dominios se extendían a través de 33.7 millones de kilómetros cuadrados y contaban con una población aproximada de 458 millones de personas, el 23 % de la población mundial. ¿Crees que su dominio se cimentó sobre la desidia de sus gobernantes o que, por el contrario, estuvo basado en el esfuerzo y empeño expansionista de estos? La respuesta es sencilla.

Con los objetivos personales ocurre exactamente lo mismo: sin esfuerzo jamás se consiguen alcanzar. Las manzanas no caen en las cabezas para traernos el éxito, sino que el denuedo y la constancia serán los que propicien su llegada. Sobre este concepto se fundamenta, precisamente, el Principio de la Rueda Volante.

Esta teoría está inspirada en un aparato mecánico que funciona como un acumulador de energía de rotación; llamado, cómo no, Rueda Volante. Como dice el escritor y conferenciante sobre gestión empresarial Jim Collins en el libro ‘Good to Great’: “No existe necesariamente un momento de ‘eureka’ en el que todo funciona a la perfección. Sin embargo, los esfuerzos continuados hacen que la rueda gire cada vez más deprisa hasta que el éxito empieza a producirse y las cosas funcionan por sí mismas”. 

Aquí y ahora: la inmediatez del s.XXI

Esto choca de manera frontal con el síndrome de la inmediatez que caracteriza a la sociedad en la actualidad, mucho más impaciente de lo que era hace unas pocas generaciones. Debido a la concepción de la vida que se tiene hoy en día, puede provocar frustración embarcarse en un proyecto que, al menos a corto plazo, no produce ningún beneficio o satisfacción.

Para la psicóloga Mariana Fagalde, la pérdida de la paciencia se debe a la desvalorización del tiempo. “Existe un sistema de creencias que nos lleva a desvalorizar las prácticas que legitiman la necesidad de los procesos, los cuales requieren del paso del tiempo, de esfuerzo, de voluntad y de compromiso”.

Puede resultar más satisfactorio a corto plazo apostar por pequeñas recompensas que alimenten la necesidad de placer y reconocimiento, pero si se apuesta por el pragmatismo en vez de por la inmediatez, el medio y largo plazo serán los que aporten mayor éxito y desarrollo personal. 

Al éxito a través del trabajo

Sólo a través de la constancia, del tesón, de percutir una y otra vez aun cuando no parezca haber avances, se consiguen lograr las metas. No es una travesía sencilla ni rápida que permita alcanzar los sueños con presteza, por lo que es fundamental adoptar una actitud firme y perseverante que permita avanzar poco a poco, pero con seguridad.

Haz planes realistas y sé estricto con ellos, has de tener claro a dónde quieres llegar y cómo lo vas a conseguir. Es necesario aprender a asimilar las cosas con calma y a disfrutar de las pequeñas victorias diarias y, sobre todo, a ser fuerte y no desanimarse ante el fracaso. Llegado el momento, viene bien aplicar una de las máximas de Benjamin Franklin: “No he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que no funcionan”. 

Formación de hábitos de vida

Un buen método para ver realizados nuestros objetivos a largo plazo es mediante la creación de hábitos. En 1887, William James, padre de la psicología científica, expuso en un artículo titulado El Hábito que el tiempo necesario para la formación de una nueva rutina era de 21 días.

Lo mejor para conseguirlo es ser disciplinado, establecer un horario y días determinados para realizar cada actividad. Aunque se sepa que el proceso es de tres semanas, hay que alejar este plazo de la mente, pues queda demasiado lejano. Mejor centrarse en una sola semana, un objetivo menos ambicioso, y comenzar a pensar en la siguiente una vez quede coronada esa pequeña cumbre. Siguiendo estos dos sencillos consejos, al cabo de 21 días se habrá adquirido una nueva costumbre.

Independientemente del tiempo que establezcan los estudios científicos, la parte más importante es la motivación con la que se afrontan los cambios. Todo cambio genera cierto nivel de ansiedad por la incertidumbre que produce, por sacarnos de nuestra zona de confort, pero manteniendo una voluntad firme se conseguirá convertir en realidad el hábito. Una pequeña victoria en pos de una meta mayor, de un objetivo a largo plazo. 

Mira alrededor, ¡el éxito está en todas partes!

Mirando alrededor, se puede observar que todas las personas que han conseguido el éxito profesional y/o personal, lo han hecho a través de la constancia, el trabajo y el esfuerzo. Hay también bastantes casos ilustres (Thomas Edison, J. K. Rowling, Tom Watson, Abraham Lincoln, etc…), pero por encima de todos ellos destaca el de Walt Disney.

Tras ser despedido de un periódico por su supuesta falta de creatividad y cosechar varios fracasos más, finalmente logró fundar la que hoy en día es la segunda compañía de medios de comunicación y entretenimiento más grande del mundo. Su mayor ejemplo de perseverancia es su lucha por adaptar la historia de Mery Poppins al cine; proyecto que estuvo persiguiendo durante 16 años hasta que logró que la autora, Pamela L. Travers, le vendiera los derechos del relato.

Evidentemente, no existe ninguna fórmula mágica que asegure la consecución de los objetivos marcados; pero siendo constante, aplicado, paciente, trabajador y, en definitiva, poniendo en marcha la Rueda Volante de cada uno se estará un poco más cerca de lograrlos. Ya lo dijo Miguel de Unamuno: “El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura”. 

Y tú, ¿eres perseverante en tus proyectos? ¡Pon en marcha tu Rueda Volante!