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Más de una vez lo habremos escuchado: “El mundo es un pañuelo”. El hombre y la mujer viven constantemente formando grupos y conjuntos dinámicos que, a su vez, se asocian con otros conjuntos, formando una red que podemos llamar, nada más y nada menos, sociedad. 

La forma científica en la que se resume esta simple idea es la teoría de los seis grados de separación, que indica que solo hay seis personas separándonos de cualquier persona en el mundo. Ya sea una estrella de Hollywood, un empresario francés o el mismísimo Bill Gates, solo seis pasos lo separan de nosotros.

El concepto de “networking” se aplica sobre esta percepción de un mundo compuesto por la conexión entre las personas. ¿Qué significa? El trabajo constante y aplicado sobre la propia red de contactos. Para cualquier profesional, un entorno social compuesto de contactos importantes, variados o simplemente conectados con otras personas, multiplica exponencialmente las posibilidades de sus relaciones profesionales.

Otra característica del networking tiene que ver con la oportunidad de darse a conocer, aprender las técnicas óptimas para plantear un proyecto, para encontrar el momento y las palabras justas y dejar una impresión positiva. Hablamos de pautas de “socialización” aplicadas al desarrollo profesional. Hay que pensar el networking más allá de lo virtual, ya que el trabajo cotidiano, la interacción con clientes, proveedores, colegas, jefes, socios de negocios y colaboradores es la base ideal para nutrir y desarrollar ese networking. Pero, ¿la red de contactos es en sí misma un valor? No exactamente. Esa red debe ser productiva, es decir, que vale más por su calidad que por su cantidad. Hay que desarrollarla, cultivarla y cuidarla para que sirva a nuestras necesidades. 

Desde tiempos inmemoriales la red de contactos ha sido el vehículo más eficiente para mejorar la empleabilidad de las personas. Así lo indican innumerables encuestas y estudios que ponen a las relaciones y el networking en el top 3 de las mejores formas para acceder a un trabajo.

Con la aparición de internet y las redes sociales, el networking amplió aún más sus fronteras y su potencial. Allí es donde aparece LinkedIn, creada con el propósito de convertirse en la plataforma de networking universal. Actualmente, se cree que esta red social de profesionales ha reducido los grados de separación a... ¡tres! Entre las redes sociales, LinkedIn es la que mejor expresa esta teoría y la que construye relaciones profesionales de forma más eficiente y productiva.

Poco a poco, la importancia de los contactos que tejemos a nuestro alrededor crece. Las relaciones son fundamentales en nuestras vidas, inclusive aquellas con personas que jamás hemos visto. Es por eso que el científico social James Fowler ha establecido que para conocernos a nosotros mismos debemos saber cómo estamos conectados. Puede parecer una exageración, pero no lo es: nuestra propia identidad se construye de la influencia que recibimos de nuestro entorno, y la que nosotros mismos tenemos en él.

Al fin y al cabo, no importa cuán grande y vasto sea el mundo, ni cuántas personas haya en él.

El networking y las redes sociales nos confirman que, a pesar de todo, el mundo sigue siendo un pañuelo y que alcanzan un par de pasos para llegar a Bill Gates.