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Las compañías farmacéuticas están sometidas a diversas presiones, de tipo normativo, de fijación de precios, etc. Una de estas presiones es también la mejora de su productividad, especialmente en lo que se refiere a la investigación y desarrollo de nuevos productos.

El sector Farma tiene un largo recorrido para igualar el progreso que otros sectores han hecho ya repensando la forma en que operan para reducir costos y aumentar productividad. En la última década, las principales herramientas de impulso de la productividad han sido la inversión en Investigación y Desarrollo y la reducción de costes, pero esto no será suficiente para mantener el ritmo de mejora constante que demanda el mercado y para contener la presión de los nuevos actores que se incorporan a él, pequeñas empresas y socios externos al sector, que están marcando el paso en innovación.

El reto que tienen las compañías es agilizar sus nuevos desarrollos y lanzamientos, mejorar la productividad de sus operaciones y generar mayor valor en toda la cadena del producto, todo ello con la colaboración activa de una fuerza de trabajo que tiene que adaptarse y desarrollarse de manera continua.

Productividad a la baja

Uno de los grandes problemas radica en los departamentos de I+D. Según un estudio anual del Centro de Soluciones de Salud de Deloitte, el retorno de la inversión en investigación y desarrollo de las 12 principales compañías farmacéuticas es del 3,7%, el punto más bajo desde que comenzó el estudio hace seis años (en 2010, el retorno era del 10,1%). Desde 1950, el número de nuevos fármacos que se lanzan al mercado ha caído a la mitad aproximadamente cada nueve años (en la actualidad, lanzar un nuevo producto lleva de media 14 años), según una investigación publicada en la revista Nature. Además, el costo medio de poner un medicamento nuevo en el mercado se ha más que duplicado en la última década, asegura un informe de 2014 del Tufts Center for the Study of Drug Development.

La llamada “Cuarta Revolución Industrial”, marcada por la combinación de tecnologías digitales, físicas y biológicas, permitirá mejorar la cadena logística de manera continua gracias a la recogida y gestión de datos a lo largo del proceso mediante el Big Data, la automatización, la robótica y el Internet de las Cosas. Es de suponer que esta transformación radical que impone la tecnología comportará también un aumento de la capacidad productiva.

Pero la disrupción tecnológica no solo está afectando a las máquinas, las personas tienen también que adaptarse a un mundo incierto, en transformación, empezando por los responsables de las empresas. Los profesionales deberán formarse de manera continua, desarrollar habilidades nuevas y potenciar su actitud innovadora y creativa. El estudio Rethinking Pharma Productivity de McKinsey aconseja a los líderes de las empresas farmacéuticas “aprovechan todas las oportunidades para incorporar la productividad a su pensamiento e incorporarlo en cada esfuerzo de cambio que realicen”. Es decir, la productividad debe estar en el núcleo de todo programa de mejora que se implemente. 

Las empresas pequeñas, más innovadoras

Las compañías más pequeñas, siguen marcando el paso en lo referente a la potenciación de esa actitud innovadora y creativa, de resultados de lo cual generan rentabilidades hasta tres veces más altas que las grandes organizaciones. El estudio de Deloitte confirma que hay una correlación negativa entre el tamaño de la empresa y el rendimiento previsto y el costo por producto, lo que significa que su cultura corporativa claramente está menos enfocada a la productividad.

El citado estudio alerta de que el actual modelo de negocio “no es sostenible” y de que “el cambio ya no puede ser una opción, sino una necesidad para la industria”. El informe ofrece una serie de consejos para impulsar ese cambio de modelo, algunos de ellos orientados a aumentar el éxito comercial, como alinear la toma de decisiones de extremo a extremo en toda la organización y otras para aumentar la productividad en I+D, que pasan por “pensar en pequeño para tomar las decisiones grandes”, lograr “el equilibrio adecuado entre personal y recursos” y “reducir el agobio que produce la complejidad de los datos”.

Algunas ideas

Damiano de Felice, subdirector de estrategia de Access to Medicine Foundation, en un artículo en Harvard Business Review, da algunas de las claves para aumentar la productividad y competitividad, entre ellas:

  • Implantar “políticas estrictas y sistemas de cumplimiento estrictos” que eviten los comportamientos y las prácticas poco éticas. Estos comportamientos han dañado en el pasado a las empresas, que no pueden arriesgarse a que vuelva a suceder.
  • Mejorar la reputación corporativa. En relación con el punto anterior, el director de la Access to Medicine Foundation asegura que “el restablecimiento de la confianza pública en las empresas farmacéuticas aumentaría su capacidad para atraer a los mejores talentos, alentaría a los pacientes a participar en ensayos clínicos y obtendría mejores rentabilidades para productos verdaderamente innovadores”.
  • Centrarse en el paciente. Igual que el resto de negocios, las empresas farmacéuticas deben virar para poner el foco en la satisfacción del cliente.
  • Asociarse con otros actores. Esto incluye a gobiernos, ONG y fundaciones privadas para crear sinergias en la cadena de valor de los productos farmacéuticos, evitando al mismo tiempo los conflictos de intereses.

En cualquier caso, lo que plantean los diversos estudios y encuestas respecto al sector es que es necesario repensar los modelos de negocio y establecer el aumento de la productividad como prioridad, de lo contrario, la supervivencia en un mercado incierto y cambiante, al que acceden nuevos y más competitivos actores, está en riesgo.