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Algunas empresas trabajan aún de manera individualista, en compartimentos estancos y el conocimiento no fluye. En un mundo global, complejo e interconectado como el actual, las organizaciones no pueden permitirse vivir internamente “desconectadas”.

Revertiendo esta situación de “desconexión” interna, los trabajadores podrían compartir experiencias, conocimientos e impulsar el talento colectivo de la organización. De hecho, mejorar los procesos internos para conectar a los trabajadores es uno de los cambios más disruptivos que una empresa puede hacer para mejorar la productividad.

El filósofo Pierre Lévy define la inteligencia colectiva como “la capacidad de los colectivos humanos de comprometerse en la cooperación intelectual para crear, inventar e innovar”. Es decir, la colectividad es capaz de generar ideas innovadoras de manera más eficiente, rápida y fluida que el individuo. 

Ideas para impulsar la inteligencia colectiva

¿Cómo pueden las empresas impulsar esa capacidad de comprometerse en la cooperación intelectual? Estas son algunas ideas:

– Tecnología versus cultura: la tecnología es una herramienta imprescindible en la actualidad para compartir conocimientos, facilitar aprendizajes mutuos y generar una inteligencia colectiva. Debemos tener claro, sin embargo, que la tecnología es solo el canal, no la base. La base sobre la cual construir  talento colectivo es una cultura corporativa que impulse el interés por conectarse, compartir y colaborar con el resto de miembros de la organización.

En el mundo empresarial, a menudo se ha dado el comportamiento contrario, el trabajo en silos y la tendencia a acaparar información. Los líderes tienen que ofrecer el marco que impulse un cambio cultural y de conducta. 

– Promover el “intrapreneurship” (“intraemprendimiento”): las grandes empresas quieren que sus trabajadores se comporten como emprendedores que consigan, igual que lo hacen las start-ups, crear y validar nuevos modelos de negocio en poco tiempo y con pocos recursos, de manera ágil, flexible y barata. 

 – Proactividad: algunas empresas invitan a sus empleados a compartir sus ideas de mejora sobre procesos o productos. De este brainstorming masivo pueden surgir ideas mucho más innovadoras que las que se podría obtener de manera individual de un departamento de Innovación y comercialmente más audaces de las que sería capaz de crear por sí solo el Área de Marketing, por ejemplo. 

– Diversidad: contar con personas de diversa procedencia, género, edad, cultura… en fin, ¡diferente! resulta enriquecedor para el colectivo. La diversidad de enfoque es un valor que solo se logra trabajando con equipos de perfiles diversos. Cuanto más amplio y más diverso es el equipo, mejores son los resultados. 

– Liderazgo: el papel de los líderes es fundamental para impulsar la inteligencia colectiva. Su función es conseguir comprometer a trabajadores y colaboradores en una visión, misión y objetivos compartidos, así como poner en sus manos plataformas que permitan compartir ideas, inquietudes, conocimientos y experiencias. 

– Formación colaborativa: el paradigma de formación tradicional ha quedado obsoleto, el aprendizaje ya no se circunscribe a cursos, talleres, seminarios… la (in)formación es libre, gratuita y proviene de múltiples fuentes. La formación continua debe tener en cuenta y coordinar de manera coherente la educación (entendida como cursos con principio y fin cuyo aprovechamiento puede ser medido objetivamente), experiencias laborales diversas (rotación de puestos, incorporación a proyectos especiales, etc.), herramientas formativas no tradicionales (online, básicamente) y, lo más importante, la creación de interrelaciones con otros compañeros y profesionales que ayuden a compartir capital intelectual y desarrollarse mutuamente.