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Si hablamos del mundo del trabajo y los recursos humanos, hay un revuelo que va de un lado a otro sin solución ni consenso. Y es que hoy miles de empresas, fundaciones y centros de investigación en el mundo están desplegando sus herramientas para medir las ventajas y desventajas que el avance tecnológico tendrá en el empleo, además de anticipar su impacto.

Uno de esos centros es el Pew Research Center, el cual recientemente realizó una encuesta dirigida para conocer la incidencia de algunos de los avances más resonantes en automatización entre los ciudadanos norteamericanos y una de sus principales conclusiones atañe al ámbito del empleo de forma directa, ya que en relación a la automatización en el trabajo, casi el 75% de los encuestados expresó preocupación.



La investigación se focalizó en cuatro ejes en los cuales la tecnología apunta a reemplazar, en el largo o corto plazo, a los humanos. Los cuatro ejes fueron el desarrollo de robots que den asistencia a personas mayores, vehículos que no necesiten conductores, algoritmos que puedan evaluar y contratar candidatos, y robots y computadoras que puedan realizar trabajo humano.



Los resultados son elocuentes. El entusiasmo y la preocupación parecen ser casi equivalentes en lo que se refiere a automóviles sin conductores o robots que se dediquen al cuidado de personas. Pero cuando se trata de máquinas para ocupar posiciones de trabajo o para seleccionar talento, la preocupación crece y enciende las alarmas.



El avance de la robótica y la inteligencia artificial desata las fantasías más apocalípticas en la mente de los trabajadores. La proporción se repite a la hora de evaluar el impacto de la tecnología en sus propias vidas. La gran mayoría indicó que no aplicaría a un vacante de trabajo que utilice algoritmos para seleccionar a los mejores candidatos.



Hay voces que llaman a analizar con detenimiento esta situación. Una de ellas es Rebbeca Henderson, CEO de Randstad Sourceright. Según Henderson, la clave de la automatización es la velocidad. En un mundo dinámico y globalizado como el actual, los algoritmos apuntarán a conectar a los trabajadores con sus posiciones de forma más rápida. Y ciertamente la velocidad será cada vez más relevante, ya que se espera que los millenials apliquen a un nuevo trabajo cada dos o tres años.



Henderson también ve los problemas que se desprenden de una visión ideal de la automatización. Tanto para empleadores como para empleados, las computadoras todavía se perciben como enormemente falibles a la hora de evaluar algo tan complejo como la relación entre una persona y un puesto de trabajo. ¿Acaso no existen capacidades que solo los humanos pueden reconocer en otra persona? La interacción humana es una instancia clave en los procesos de selección de talento.



No todo lo que brilla es oro, y hay competencias y habilidades que no se exhiben en un CV tradicional o en una carta de presentación. Por eso, Henderson opina que las empresas siempre tendrán humanos involucrados en algún punto del proceso de selección.



Sin duda, parecería ser nada más y nada menos que la voz del sentido común. ¿Qué mundo pondría sus empleos y la selección de trabajadores completamente en manos de las máquinas? La respuesta está en mejorar cada vez más la relación entre la tecnología y sus usuarios. Por eso, muchas empresas buscan potenciar las capacidades de sus empleados antes de invertir en tecnología que tome decisiones importantes.



La sensación general de los colaboradores en todo el mundo sigue siendo de preocupación. Por ahora son pocos los que piensan que la automatización lleve a mayores salarios y mejores y nuevos puestos de trabajo. El rol de los recursos humanos será, quizás, funcionar como  pivot  entre la preocupación y el entusiasmo, y lograr que los humanos, como siempre sucedió, utilicen y comprendan las nuevas tecnologías y las aprovechen para mejorar su forma de vida.