El desarrollo de la industria tecnológica ha contribuido al avance de un acelerado proceso de globalización que conlleva transformaciones a nivel económico y social, las cuales impactan y se reflejan en el mundo del trabajo. De esta forma, se instaura un escenario caracterizado por una gran movilidad laboral, nuevas formas de contratación, la aparición del concepto “globalización del talento”, el aumento del trabajo independiente y de las “economías concierto”, el incremento exponencial en la demanda de habilidades blandas, y una creciente necesidad de adecuación de las competencias que muy pronto quedan obsoletas.



Al respecto, Jennifer Blest, Environment Health and Safety Manager de Randstad, señala que “en este contexto la capacitación adquiere gran relevancia y se presenta como un elemento fundamental al interior de las empresas, debido a que permite el desarrollo constante de herramientas para adaptarse a las nuevas necesidades del trabajo. Así, la formación ha cobrado diversas dimensiones y formas con el objetivo de impactar al mundo organizacional, ya sea “aumentando la productividad, fidelizando a los trabajadores, potenciando equipos, mejorando el clima y el reconocimiento laboral y optimizando las condiciones del empleo, tanto en términos de remuneraciones, como en la calidad con la que se desarrolla una actividad”, afirma.

Teniendo en cuenta lo anterior, la ejecutiva agrega que si una compañía no desarrolla a su gente, no es atractiva como empresa y por tanto, no es competitiva. “Se hace muy complicado atraer y mucho más retener talento”, asegura. En este sentido, menciona que según el Workmonitor del último trimestre de 2015, estudio trimestral de Randstad, 82% de los chilenos considera que necesita más formación, entre otras cosas, para mantenerse al tanto de los avances tecnológicos, lo que representa una de las cifras más altas a nivel mundial. Esto sucede porque trabajadores de todas las generaciones han dimensionado que si no se “suben” a las nuevas tendencias, las oportunidades de crecimiento se ven disminuidas.

Frente a este escenario, SENCE, a través de las OTEC (Organismos Técnicos de Capacitación) y las OTIC (Organismos Técnicos Intermedios para Capacitación) facilita el proceso de formación dentro de las compañías. “Su valor real radica en que las empresas no los vean solo como proveedores, sino que como socios estratégicos, por lo que la presentación de ofertas, la flexibilidad y la creación de cursos específicos diseñados en base a la necesidad real de cada organización es fundamental. Por otro lado, los programas ofrecidos tienen sentido en la medida que no sean realizados con el objetivo final de formar porque hay que hacerlo, existiendo una estrecha relación entre el cargo del trabajador y el curso que se dicta”, dice Jennifer.

Al momento de elegir un buen organismo capacitador, la ejecutiva de Randstad aconseja fijarse en que éste no solo se preocupe de vender cursos, sino que comprenda la real necesidad de formación de las organizaciones y con ello oferte el mejor programa para cubrir las brechas detectadas. A su vez cada organización debería evaluar el impacto de dicha formación en los resultados compañía para medir efectividad y eficacia de dichas formaciones. Así, “sin duda alguna es esencial contar con un partner que detecte las necesidades de la compañía, que la asesore y guíe. Y que, en base a un diagnóstico contemple un mapeo de requerimientos orgánicos, realice una oferta de valor atractiva que incluya un programa a la medida. Y sin duda que sea flexible a los tiempos y procesos de cada organización”, concluye.